miércoles, 14 de diciembre de 2011

trece con noventa


Me bajo del avión con algo de dolor de cabeza y la necesidad de mover las piernas y respirar aire fresco. Ha sido un vuelo sin demasiados sobresaltos, tan sólo un par de turbulencias a mitad de noche en algún lugar del Índico y un niño que no paraba de llorar delante de mí. Cojo mi bolsa y me dirijo a la salida. La azafata me despide con una sonrisa y la contesto con otra algo falsa por cansancio. Tras el típico caos de un aeropuerto desconocido para mí, y tan grande como éste, consigo mi maleta. Voy a por un taxi. Tengo apuntado el nombre del hotel y la calle. La ciudad duerme, es tarde y yo estoy cansado pero reteniendo todo lo que veo porque me gustan los aeropuertos, me encanta lo que se respira en ellos, las imágenes que deja. Gente de paso que se dirige a cerrar un trato, un joven nervioso por reencontrarse con su novia que vive fuera, niños correteando ansiosos por ir de vacaciones, familias que vuelven de ellas, una chica desesperada ante el retraso del avión que le devuelva a su novio después de tanto sin verse, o qué sé yo. En los aeropuertos siempre hay vida aunque ahora es tarde y se nota el cansancio en la gente. Muchos han llegado a su destino. A otros, aún les quedan largas horas de espera y múltiples combinaciones aéreas hasta llegar a él. Me subo a un taxi, le digo la dirección y me dejo llevar. Todo es distinto. Huele distinto. Luces distintas. Gente distinta... Estoy lejos de casa. solo y espero que lo que me suceda a partir de este momento cambie de algún modo mi vida. Pienso en todo lo que me puede pasar: conoceré un montón de gente interesante y puede que otra no tanto. Me enamoraré y desenamoraré. Quizás me vuelva a enamorar. Haré muchas fotos, beberé, reiré, haré amigos, trabajaré, dormiré y me despertaré en otra latitud y longitud. Todo lo que me espera y yo sin saber qué será. Quiero disfrutar de cada segundo de lo que se avecine. Lo he dejado todo. Sólo me ata a mi vida anterior un móvil cargado de números y unas fotos de la gente a la que quiero. El resto probablemente cambie: la ropa y las monedas de mi bolsillo serán otras. Creo que tardaré en dormir y mañana quiero conocer la ciudad. Ya hemos llegado al hotel. Son trece con noventa.

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